viernes, 18 de abril de 2008

Buscar piso en Madrid

Esta es una historia de cómo buscar y encontrar piso en Madrid, ahora que todavía parece ser una tarea difícil. La protagoniza una pareja de Gorriones molineros.
Los vi llegar juntos, mientras descansaba en un banco del Campo del Moro, en la zona boscosa cercana a la fuente central. Daban saltitos por el suelo en busca de comida. Estaban muy unidos, apenas se separaban y cuando uno de ellos volaba a una ramita, el otro le seguía inmediatamente.
Pronto pude comprobar que no habían salido solo de paseo. Con sistemático ahínco pusiéronse a examinar todos y cada uno de los huecos de los árboles por los que pasaban. Estaba claro: buscaban piso. Husmeaban en su interior y luego se consultaban aunque era la (presunta) hembra la que llevaba el peso de la elección. Descartaron un piso por estar situado demasiado bajo, otro por alto y otro por estrecho. Tenían en la cabeza exactamente que pisito querían.
De pronto uno de ellos echó el ojo a un hueco con buena pinta

Perchado en una ramita cercana llamó a su pareja

Se reunieron para comenzar la inspección

Visitaron el piso en profundidad, penetrando y saliendo varias veces por la bocana del hueco y mostrando un alto grado de excitación

Hubo un problema, a uno de ellos no le gustaba el mobiliario y se encargó de sacar pajitas del dormitorio (un nido anterior probablemente), intentando que su pareja las partiera, algo que no consiguíó. En vista de eso las arrojaba al vacío desde la ventana del piso, algo que le llevó esfuerzo y tiempo

Pero, por fín hubo acuerdo "Nos lo quedamos" se dijeron. En vista de lo cual, para demostrar lo definitivo de la decisión, decidieron ponerse a copular, una, dos, tres veces, breves pero intensas. La decisión era definitiva.
Tras el esfuerzo vino la calma y tras permanercer un buen rato en lo profundo del hueco reaparecieron para mirar desde la terraza de su nuevo pisito el panorama que se extendía delante de ellos. Y parece que lo hacían con gran complacencia.
Yo pensé que se lo habían currado con ingenio y perseverancia y me dije a mí mismo que merecían que les desease buena suerte.
Me levanté sigilosamente, y, con voz firme pero muy bajito, les dije: "Buena suerte".
Manu Chapa.

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