Los acantilados costeros albergan, en su aparente hostilidad, una variada avifauna. En Gipuzkoa tenemos varios lugares donde el Cantábrico golpea, o lame suavemente, el pie de los farallones. Son las Gaviotas las aves dominantes en número, pero también aquí habita el más veloz de los depredadores alados, el Halcón peregrino.
El viento, la lluvia, y sobre todo el tiempo, han labrado la roca, creando abstractas esculturas que recuerdan a las formas de la espuma del rompiente. Este juego de huecos y salientes, es aprovechado por esta hermosa rapaz como posaderos de descanso, oteaderos de caza e incluso lugar de anidamiento.
No faltan las presas que, en época migratoria, llegan a la costa tras una travesía sobre el mar. Con cierta frecuencia llegan con las fuerzas justas y esta circunstancia es aprovechada por los halcones. Fuera de la migración, las palomas cimarronas afincadas en los núcleos urbanos próximos, forman la parte fundamental de su dieta.
Disponibilidad de alimento y emplazamientos adecuados para nidificar, hacen de estos espacios, entornos ideales para el Halcón peregrino. No faltan amenazas en este aparente paraíso. Lo inaccesible del escarpado acantilado les preserva del trajín de paseantes que buscan el contacto con la naturaleza ignorando, en muchas ocasiones, la riqueza que les rodea. Esa misma inaccesibilidad les protege de posibles expoliadores de nidos que, pese a la legislación, siempre pueden andar al acecho. Más preocupantes son otras amenazas como grandes infraestructuras que alteran y destruyen de modo irreversible estos hábitats.
La coexistencia de halcones y gaviotas llega, en estos lugares, a cotas sorprendentes. Aún siendo la Gaviota patiamarilla del calibre de presa potencial del peregrino, este no parece mostrar interés gastronómico por le lárido. Tampoco las gaviotas hostigan al falcónido, demostrando que no les inquieta su presencia. Esta aparente indiferencia entre ambas especies, quizás oculte algún tipo de simbiosis o cooperación interespecífica que bien podría ser base de un estudio más profundo.
Las gaviotas de esta zona muestran también otras curiosidades. Conocemos su gran capacidad de adaptación al medio. Las encontramos aprovechando los restos que orillan las mareas, agrupadas tras los barcos que retornan a puerto y dándose un festín en los vertederos. Se posan en las playas y en las rocas, pero también en los tejados, los mástiles de las embarcaciones, farolas y postes y, como estas, en ramas de pino, como las aves forestales.
No son solo halcones y gaviotas los habitantes emplumados de estos espacios. Al pie de los acantilados encuentran sustento y reposo, desde Vuelvepiedras a Cormoranes, grandes y moñudos. A media ladera, Colirrojos, Tarabillas e incluso Roqueros solitarios, entre otros muchos paseriformes.
En resumen, estos lugares atesoran un gran valor natural, tanto en fauna y flora como desde el punto de vista geológico o paisajístico. Ser conscientes de este valor nos debe llevar a defender su integridad, especialmente frente a mentes que tan solo entienden de rendimientos económicos cortoplacistas generadores de riqueza, para unos pocos, importándoles muy poco la destrucción de un patrimonio que es de todos.
Las fotos que ilustran esta entrada han sido realizadas a larga distancia, mediante la técnica del “digiscoping”, sin causar ninguna molestia ni alteración en la vida cotidiana de sus protagonistas.
Fotos: Joselu G. Quintas
Texto: Joselu G. Quintas & Xabier Garate
Esto es el faro de la plata, no?
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