domingo, 4 de septiembre de 2011

ALTOS de BARAHONA


Una jornada campera por la "estepa" del sur de Soria en busca de la Alondra ricotí o de Dupont, resultó muy grata e interesante en avistamientos, a pesar de que el aláudido no quiso dejarse ver. Los páramos elevados de esta comarca constituyen uno de los enclaves más importantes para la supervivencia de esta peculiar Alondra, que es una de las aves más escasas y en el continente europeo solo está presente en territorio español. Pero no  solo ricotís  pueblan estos campos y despiertan el interés de los aficionados a la observación de la fauna, en especial de las aves. 43.000 hectáreas de ZEPA avalan este valor ornitológico.


La primera observación de importancia fue de un bando con 17 Sisones divisados al vuelo. Seguimos con la vista los destellos blancos de su trayectoria, hasta que pararon en un rastrojo. Con extremado sigilo, conteniendo los nervios y la emoción, llegamos hasta el lugar, donde los pudimos observar más detenidamente. Los machos aún conservaban en sus cuellos plumas de la pasada estación reproductora.  



Un poco después, muy cerca de los Sisones, nos llamó la atención otro bando, pero con aves de tamaño notoriamente mayor que los Sisones. No podían ser otra cosa que Avutardas. Menos mal que la adrenalina se disuelve con la caminata por el rastrojo, porque nos hubiese costado sobrellevar otro “subidón”.
Conociendo la extremada timidez de esta especie, nuestra aproximación requería de mayor cautela y se hace difícil, no por las condiciones del terreno sino por retener las ganas de salir corriendo hacia ellas. A una distancia prudencial, por no molestarlas ni estropear el avistamiento, logramos observarlas con suficiente tranquilidad, para ellas y para nosotros.

El grupo estaba formado por 22 ejemplares. Casi todos eran machos jóvenes de buen porte y precioso plumaje. Estos “grupos de solteros” deambulan por territorios algo alejados de las zonas de reproducción, alimentándose de variados tipos de plantas, con predilección por una leguminosa forrajera, la Veza, sin desdeñar pequeños invertebrados que queden al alcance de su pico. Comprobamos que donde ahora estábamos nosotros, recientemente habían estado ellos. Plumas desprendidas y huellas de sus pisadas eran un rastro inconfundible.


Nos alejamos con el mismo cuidado con el que que nos habíamos aproximado. Ya más serenos, pensando en la suerte que habíamos tenido al poder contemplar a estas Avutardas sin el empleo de escondites y largas horas de espera en puntos querenciosos, cuando un Aguilucho cenizo se cruzó en el camino. Tras un revoloteo, como el de una enorme mariposa roja,  se lanzó contra el suelo.


No debía ser grande la pieza capturada ya que le duró poco. La consumió en pocos picotazos y no pudimos apreciar ningún resto entre sus garras, pese a la relativamente corta distancia en la que tuvo lugar el lance. Es muy reconfortante para cualquier amante de la naturaleza ser ignorados por los animales silvestres, que no nos perciban como una amenaza y continúen con su vida como si no existiéramos. En esta ocasión, a este joven de cenizo, le debimos cuasar la misma alarma que cualquier otra cabeza de ganado, ya que no tuvo reparos en cazar a escasos metros de nuestros “bultos”.


Todo el paseo estuvo salpicado por la presencia de Alcaudones comunes. Sobre los majuelos, los escaramujos o sobre cualquier montículo de piedras. La abundancia de insectos, grandes y medianos, parece indicar un uso no excesivo de insecticidas y esto permite que muchas especies encuentren sustento con cierta facilidad. Entre estas especies de aves, que dan buena cuenta de este recurso, están las cuatro que protagonizan esta salida por un espacio de escasa presión humana, los alrededores de “Barahona de las Brujas”.


Javier M. Olmo

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