Un año más la visita a Barthes para ver a las Grullas no decepciona. Desde finales de septiembre que se vieron las primeras, son varios los días que nos hemos acercado a contemplar a estas migradoras del Norte.
Son como los colores de las hojas del otoño, cumplen un ciclo vital y se nos muestran en toda su belleza. Unas estaban aquí teñidas de verde, las otras estaban lejos, al Norte, pero completan nuestro paisaje a las puertas del invierno.
Vienen de muy lejos estas Grullas. Por sus anillas sabemos a ciencia cierta, que algunas nacieron en Alemania (la mayoría), Suecia, Finlandia, República Checa o Polonia. Unas van de paso a sus cuarteles de invierno más al Sur, Extremadura, Portugal e incluso Marruecos. Otras se quedarán por los rastrojos de maíz del “País de Seignaux” que les dará sustento durante la fría estación.
Estas hermosas zancudas nombradas por su característico reclamo, Kurrillo, Grulla, Grue, Grou, Gru, Crane, Kranich, Grus grus…, en la tradición popular simbolizan la felicidad, la longevidad y la fidelidad. Es quizás esta fidelidad a sus lugares de invernada y de reproducción, lo que se conoce como “filopatria”, es una de las características del comportamiento de estas aves que más nos fascina, además de su propia belleza. Acabamos de comprobar como una de esas fieles, este año se ha presentado con uno de sus retoños.
Estamos aún en pleno movimiento migratorio y sus números varían de un día para otro, pero poco a poco se va fijando el de las que se quedan, que rondarán las cuatromil.
Este movimiento migratorio se percibe también en otras numerosas especies, patos como los cucharas, frisos, rabudos, cercetas, silbones, sus primos los Ánsares, nuestros Gansos, y muchos más, donde no faltan las Espátulas que en reducida cantidad, un par de decenas, compartirán con nosotros los meses invernales. Entre las llamativas rapaces, no podemos olvidar al Águila pecadora y a la rarísima Águila moteada que ya están en la zona y esperar que el impresionante Pigargo tome la decisión del año pasado y nos premie con su presencia.
Son los ciclos vitales de la Naturaleza , que en ocasiones se muestra muy cruel con sus criaturas. Ni podemos ni debemos interferir en este aspecto, pero sí debemos comprender y respetar sus ancestrales Leyes. Deleitarnos, por qué no, con su contemplación y sobre todo defender los espacios que les son vitales pero cada vez más escasos.
P. Martínez, J. G. Quintas, A. Valiente y X. Garate
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