Kiriku es uno de los Quebrantahuesos de la pequeña
población de la vecina Nafarroa. Esta especie, Gypaetus barbatus, Ugatz en euskera, es un icono de la defensa de la Naturaleza , ya que su
estatus de conservación lo clasifica como “en peligro de extinción”, tanto a
nivel europeo, nacional, como autonómico. Basta tener en cuenta que la población
total, en su área de distribución europea, incluyendo el norte de África y el
oriente próximo, se estima en unos escasos 500 ejemplares. Si, desgraciadamente,
se está detectando cierta regresión en su población global europea, por fortuna
esto no parece estar sucediendo con los “Quebrantas” de nuestra zona.
Distintos proyectos de reintroducción y consolidación de
la especie se están llevando a cabo en la Península Ibérica ,
conjuntamente con otros en los Alpes. El reducto pirenaico está siendo el
germen de la recuperación que, con independencia de las reintroducciones en Picos
de Europa o Cazorla, está generando la recolonización espontánea natural hacia
áreas más occidentales. Este “puente” geográfico entre el Pirineo y la Cordillera cantábrica,
que es vital para la especie, tiene su epicentro en las sierras que comparten
el Este navarro, el Sur gipuzkoano y el Noreste alavés, lo que viene a ser la
zona central de Euskal Herria.
Si preocupante es el pequeño tamaño de los núcleos de
población (la mayor de todas se encuentra en los Pirineos con unas 120 parejas)
el aislamiento de estos núcleos impide la renovación genética y el
establecimientos de nuevos puntos de expansión, pese a lo adecuado de los
espacios montañosos que son su hábitat donde, además, aún perdura la ganadería
extensiva tradicional, fuente de alimento de esta y otras necrófagas. Es por
esto que hemos dicho que, este núcleo vasco, es vital para la especie.
Kiriku, al igual que unos cuantos más, está marcado con
placas alares y anillas que lo individualizan, permitiendo poderlo reconocer a
distancia. Kiriku lleva, además, un dispositivo electrónico que registra
localizaciones geográficas, de modo que va comunicando su posición a
determinados intervalos de tiempo. Esto permite tener un registro de sus
movimientos aunque ningún observador lo vea.
Estos registros constatan que Kiriku campea sin alejarse
demasiado de su territorio. Es un ejemplar adulto de 6 años y, sabido es que,
la mayor movilidad geográfica de los Quebrantahuesos se produce en su edad
juvenil, son los llamados movimientos dispersivos que acostumbran a llevarlos,
al final, a zonas muy próximas a las de su nacimiento. Esto hace que la
recolonización de nuevos territorios sea muy lenta y gradual en el tiempo. Las
bajas tasas de reproducción tampoco contribuyen a una expansión rápida de la
especie, siendo pocos los nuevos ejemplares que se incorporan en cada
generación.
El lado positivo es que es especie longeva, con lo que, si
todo va bien, una pareja puede llegar a criar a veinte o treinta pollos a lo
largo de su vida. Otros aspectos positivos, no relacionados con su biología
sino con nefastas e ilegales prácticas humanas, va tendiendo a desaparecer. El
envenenamiento aún hoy en día sigue siendo el mayor peligro para la
supervivencia de los Quebrantahuesos, pudiendo echar la traste los esfuerzos
para su reintroducción como ya fue causa principal de su extinción. SEO/BirdLife,
consciente de este gravísimo problema actúa sobre el asunto: http://www.venenono.org/
La mal llamada caza, el abatir a tiros a ejemplares de
especies protegidas, por mucho que nos escandalice es también causa importante
de la desaparición o declive de los Quebrantahuesos en sus antiguas áreas de
distribución. Ilegal, como el uso de venenos, estas amenazas siguen siendo muy
reales y la disminución de su impacto negativo, excesivamente lento.
Los tendidos eléctricos, especialmente los de alta y media
tensión, son una trampa mortal, por electrocución o colisión, para las grandes
voladoras. Se deberían aplicar más y más ágilmente los sistemas que vitan estos
accidentes, al menos en los territorios ocupados y potenciales de estas
especies, sean o no espacios protegidos. No parece que los aerogeneradores
registren una incidencia considerable en la mortandad de Quebrantahuesos, pero
posiblemente esto se deba al bajo número de ejemplares y a que habitan montañas
de considerable altitud. No obstante, en la mencionada dispersión, se ven
obligados a transitar por cotas menores donde proliferan los parques eólicos
con lo que el riesgo se acrecienta.
La alteración de su hábitat en nombre del “disfrute” de
los espacios naturales, va convirtiéndose en un serio problema. Las estaciones
de esquí, con sus infraestructuras asociadas (telesillas, edificaciones y
carreteras de acceso) junto al afluencia de esquiadores, no beneficia en
absoluto a la recuperación y conservación de estas magníficas aves. La práctica
de la escalada por los cortados donde nidifican o reposan, en definitiva viven
los Quebrantahuesos, puede ser muy perjudicial si no se aplican medidas de
control en los lugares donde se permita esta actividad deportiva.
En un estado primigenio, los Quebrantahuesos se
alimentaban de los últimos restos de las presas capturadas por los carnívoros
salvajes que depredaban sobre ungulados también salvajes. Hoy, esta cadena
trófica natural, ha desaparecido o se ha visto reducida a una mínima expresión,
insuficiente para sostener esta estructura alimenticia, una vez más por la
intervención humana.
Volviendo a nuestro protagonista, Kiriku, debemos señalar
que lo hemos traído a estas páginas por diversas razones. La primera es porque
es una especie poco frecuente de ver, la segunda por ser su primera cita en
territorio gipuzkoano (mancomunidad de Enirio-Aralar) y la tercera porque el afortunado observador y fotógrafo es
Mikel Ormazabal de SEO Donostia, quien hace bien poco tuvo un encuentro con un
Buitre negro en la misma zona. La observación se ha producido el pasado día 7
de agosto y gracias a las comunicaciones de la FCQ y del personal encargado del seguimiento de
la especie en Nafarroa, Itziar Almarcegui y Alfonso Llamas, podemos confirmar
que el hermoso Quebranta que veis en las imágenes es Kiriku.
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