En ocasiones nuestros blogs parecen impregnarse de la dinámica
periodística y lo que no es actualidad no parece noticia, y esto no tiene
necesariamente que ser así. Esto nuestro no es prensa y, aunque comparta con
ella algunos de sus aspectos, veracidad, rigor, interés, etc., nuestras formas
y enfoques son distintos o al menos algo
diferenciados.
Visto desde esta perspectiva, os traemos la crónica del encuentro
con una de nuestras aves más difíciles de observar y que ocurrió en el pasado
invierno.
El
sábado, 11 de febrero, con un sol esplendido y una temperatura más que
agradable, partimos desde el parking de Landeaderra hacia el Mugarra. Cogimos
una pista de cemento muy bien trazada, que discurría entre pinos jóvenes y, al
cabo de unos minutos, oímos un canto familiar, será un garrapinos, un
herrerillo… esperamos un poco y se nos presenta el responsable: un precioso
reyezuelo listado que, al sol, se mostraba en todo su esplendor.
Seguimos
por la pista hasta una curva, señalizada con un poste indicador, de donde parte
un sendero hacia el collado de Mugarrikolanda (nuestro objetivo). Esta
ascensión fue un suplicio, al fuerte desnivel se sumó que era un pedregal con
los pocos huecos que dejaban las piedras embarrados, así, poco a poco, nos
acercamos al collado donde empezamos a ver abundantes leonados, al menos dos
milanos reales, y banditos de chovas. Ya en el collado se suavizó la ascensión
y se nos mostró una vista inolvidable. La pared sur del Mugarra se veía
ya muy cerca y hacia ella nos encaminamos después de coger aliento.
Había
un fuerte desnivel pero era una pradera lisa, muy fácil de recorrer. Mientras
ascendíamos íbamos levantando chovas que nos parecían piquigualdas, estábamos a
760m y habitualmente viven a más de 1500m, (de hecho sólo las habíamos visto
antes en los Picos de Europa a 2.400m) ¿no serían juveniles de piquirrojas?,
pero no, todo apuntaba a las de pico amarillo. En el valle de Orduña vimos las
piquirrojas, también fuera de su lugar natural, por lo que pensamos que éstas
también habían bajado un escalón de altitud en busca de mejores recursos.
Cuando estábamos ya a pocos metros de la pared empezamos a ver acentores
alpinos. Qué bonitos y qué confiados, hacían vuelos cortos dejándose acercar
mucho.
Al
llegar a la pared nos encontramos con un grupo de jóvenes escaladores que practicaban
en el lado izquierdo. Les preguntamos por el treparriscos, no lo conocen ni han
visto nada parecido, pero nos señalan un cartel, allí cerca, donde se avisa de
la prohibición de escalar de la cueva que se ve hacia la derecha. Esperanzados
nos asentamos al lado de la cueva dispuestos a esperar. Nos llama la atención
la gran cantidad de leonados que sobrevuelan la zona, y a baja altura, y nos
acordamos de lo que nos dijo el encargado de la casa del parque: En el Mugarra
se encuentra la colonia más grande de Vizcaya. Yo me contengo las ganas de
tirarles fotos para no despistarme de mi objetivo, que ya se sabe, cuando menos
te lo esperas salta la liebre, y efectivamente, al poco rato vemos movimiento
en la pared y con los prismáticos se confirma: ¡EL TREPARRISCOS! A media altura
y un poco a la derecha de la cueva. Se movía rápido ocultándose por los
entrantes y salientes, y de vez en cuando hacía vuelos cortos, en dos ocasiones
se fue hacia los escaladores. No parecía muy tímido, buena señal. También entró
dos veces en la cueva, produciéndonos fuerte taquicardia, pero tan rápido que
no lo pude captar. Y Begoña: por aquí, por aquí. Y luego: por allí, ¿pero no lo
ves, al lado de aquel arbustillo? Y yo con la taquicardia subida, tratando de
captarlo. Esto duró un buen rato, cuando desapareció durante un tiempo pudimos
sacar los bocatas pero no nos dejo comerlo a gusto, en dos ocasiones tuve que
sustituirlo rápidamente por la cámara.
No
nos lo podíamos creer: ¡Llegar y besar el Santo! Al cabo de una hora, y después
de sacar a las chovas también haciendo sus pinitos en la escalada, decidimos
movernos por la orilla de la pared hacia abajo (dirección Mañaria, ya sabéis,
prohibido escalar), para tratar de sacarle una foto más cercana, ya que todas
las que tomamos, como veréis, lo están de muy lejos, pero no lo volvimos a ver.
A las tres de la tarde decidimos regresar a casa. Por el camino de vuelta
tomamos la decisión de volver otro día, pero ascendiendo desde Mañaria que,
aunque es más largo y con más desnivel, no hay que pasar por el horrible
sendero que os hemos descrito al principio.
Begoña & José Luis
Kaixo bikote, como me alegro de que vierais el treparriscos, eso me da esperanzas de pillarlo algún día. Subo todos los años en invierno y he pasado muchas horas en esa cueva y todavía no he tenido suerte.
ResponderEliminarSaludos Juankar
Gracias Juankar por tu comentario. Que tú no lo hayas visto todavía nos confirma la suerte que hemos tenido. Sabemos de tus andanzas por los Picos de Europa, donde lo has visto y muy bien fotografiado, pues seguimos habitualmente el blog de Miradas Cantabricas.
ResponderEliminarJosé luis