Las aves, y otros muchos seres silvestres más, han ido
adaptándose al entorno que los humanos vamos modificando sin tenerles en cuenta
en ningún momento. “Adaptarse o morir”, reza la máxima, y este es un caso más
de esa adaptación y no deja de llamar nuestra atención.
Un buen día de mayo, al proceder a la revisión rutinaria
de los manómetros de un depósito de gas, aledaño a un complejo comercial, el
operario se encontró con una sorpresa.
Justo bajo la carcasa que hace de tapa de los citados
manómetros, una pareja de Lavandera blanca, encontró el lugar más idóneo para
traer al mundo a sus polluelos. Su estrategia no podía haber sido mejor, ya que
el vallado de la cisterna les ha protegido de la incursión de algún gato
hambriento. Esta es la secuencia del crecimiento de los pollitos.
Es inevitable levantar la cubierta para hacer las
preceptivas revisiones de los manómetros cada tres o cuatro días. Sin embargo
esto no parece haber sido mayor problema para los progenitores, que se
limitaban a esperar en las cercanías a que terminara la rutinaria revisión para
acudir con sus cebas al nido.
Los polluelos, en sus primeros días reclamaban el sustento
al técnico, pero más adelante y según crecían, optaban por quedarse inmóviles y
agazapados, no queriendo llamar la atención del visitante que destechaba su
nido.
Queremos agradecer, muy sinceramente y desde aquí, a Iñaki
Niño y a sus compañeros de trabajo, la sensibilidad mostrada hacia estos
“okupas” y el habernos avisado del feliz acontecimiento. La frecuencia de las
revisiones ha ofrecido la oportunidad de documentar este modesto milagro
cotidiano. Para evitar al máximo las posibles molestias, las operaciones de
revisión se han acelerado, levantar, verificar, foto y tapar. Nos complace
comprobar que los cinco huevitos han completado su desarrollo y ahora vuelan
por los alrededores.
Maxi
Manso
¡¡Muy bonito!!
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