Este
pasado viernes día 20, con las primeras luces del día y mientras buscábamos en
la laguna de San Lorenzo a las posibles Espátulas que allí hubiesen pasado la
noche, nos sorprendió la presencia de un ejemplar de la otra especie de la
familia “Threskiornithidae” que, por aquí, solo vemos en contadas ocasiones,
además de en las guías y en algún documental, el Morito (Plegadis falcinellus)
Este
oscuro ibis de largo y curvado pico, no es demasiado extraño de ver en zonas de
marismas y marjales de otros lugares de la península Ibérica, como el litoral
andaluz, el levantino o incluso el catalán, pero en la cornisa cantábrica su presencia
es esporádica. Son muy pocas, y salteadas en años, las citas de Morito en
Plaiaundi, por lo que cuando acontecen las celebramos como auténticas rarezas
locales.
Según
parece los inmaduros, como este, manifiestan una conducta errática que no
responde a las pautas de una migración convencional, lo que propicia que a
finales de verano y en otoño, puedan aparecer ejemplares muy lejos de sus
colonias de nacimiento. Este carácter errático aún se mantiene en su edad
adulta, incluyendo el cambio frecuente en los emplazamientos de sus colonias
reproductoras.
Aunque
en los lugares donde es más frecuente, de forma puntual, se pueden llegar a ver
concentraciones y bandos de hasta varios cientos de individuos, en ningún lugar
es un ave común. Es una especie protegida, por lo que su caza o captura y su
posesión, tanto en vivo como naturalizada o disecada, están prohibidas.
Gracias
a la información que nos facilita Ricardo Rodríguez, sabemos de algún otro
Morito por humedales cercanos. El día 19, un ejemplar en Las Cañas y, el 21, en
Arguedas, ambos lugares de Navarra. Que el de Plaiaundi siguiera aquí el día
21, lleva a pensar que al menos se trata
de dos ejemplares distintos o quizás tres, los observados casi simultáneamente en los tres lugares.
Como
no es difícil encontrar bibliografía sobre la especie, permitidnos dejaros una
pequeña selección de los cientos de fotos que se ha dejado hacer, y de paso que
valoramos su singular belleza, apreciamos su contraste con otras especies con
las que ha compartido la laguna.
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Cuando
el sábado fue visto alejándose dirección norte, hacia la vecina Hendaia,
pensamos que había terminado su estancia en Txingudi, o al menos en Plaiaundi.
Resulta que el domingo 22, se dejó ver en Jaizubia, con lo que el alejamiento
del sábado era en realidad un paseo por los alrededores.
El
lunes nadie, al menos que sepamos nosotros, vio al Morito por el área de
Txingudi. El martes 24 se le buscó con intensidad a primeras horas, pero no se
le localizó. Algún día tendrá que irse, era el comentario. Ya sabemos que,
igual que llegó, se marchará.
Esa
misma mañana del martes, nos habíamos acercado al faro de Higer, desde donde
cubrimos los censos de aves marinas RAM y Trektellen, intentando localizar
algún bando de Espátulas que viajara bordeando la costa dirección oeste.
Espátulas no vimos, pero cruzó sobre nuestras cabezas un ave oscura, algo como
un pequeño Cormorán y no era uno de los moñudos que vemos por el lugar.
Efectivamente era el Morito que, a buena altura se adentraba en el mar, en
dirección a la costa francesa. Ahora si que parecía definitiva la partida del
“oscuro piquicurvo”.
Al
atardecer, visitar Jaizubia, es abrirse a posibles sorpresas. A diferencia de
Plaiaundi, no está cercado por un conglomerado urbano, sino que su entorno es
más rural al arrimo de la falda sur de Jaizkibel. Esta ubicación y su extenso
carrizal, parecen idóneos para el descanso de diferentes especies de aves
vinculadas a las zonas húmedas.
Esa
misma tarde del martes, la sorpresa no podía ser otra que la presencia del
protagonista de esta entrada.
Allí
estaba de nuevo, como ocurrió el domingo, y tras su excursión marina había
vuelto al Txingudi de Hondarribia. Primero lo avistamos en un pequeño claro del
carrizo, no muy lejos del camino. Lo vimos un buen rato dedicado al cuidado de
su plumaje y, sin más, levanto vuelo, sobrevoló la carretera a poca altura y lo
perdimos tras el follaje de los jóvenes árboles que bordean el camino.
La
marea alta no dejaba al descubierto la orilla limosa de la ría, así que si se
había quedado por la zona habría que buscarlo en algún hueco del carrizal. Allí
estaba, en un estrecho canal donde se instalan las redes para el anillamiento
de paseriformes palustres. Estaba realmente cerca del sendero peatonal y, poco
a poco, prospectando el escueto canalillo en busca de alimento, se fue alejando
con las últimas luces del día.
Hoy
miércoles 25, nos dicen que alguien lo ha visto de nuevo, a primera hora del
día, en la laguna de San Lorenzo de Plaiaundi. Pero por mucho que se le ha
buscado, no se le ha vuelto a ver. Es imposible de saber si esta será su última
cita, pero lo que es indudable es que nos ha regalado unos días muy
entretenidos.
Muy buena observacion. Siempre una alegria. Yo vi uno en Pitillas este año.
ResponderEliminarSaludos camperos!