Mientras
nosotros llenamos los almanaques con días laborables y festivos, eventos
sociales, religiosos o deportivos, la Naturaleza perpetúa sus ciclos vitales.
Mientras
nosotros llenamos los mapas de líneas divisorias, lindes y dominios, naciones, geografías
inventadas e interesadas, las criaturas silvestres transitan tierras y mares,
cumpliendo un milenario rito de supervivencia.
Tiempo
y espacio, espacio y tiempo, son los parámetros que podemos captar los simples
observadores en la incansable búsqueda de atrapar el conocimiento, las
respuestas, que nos ayuden a no interferir y preservar el mayor de los legados
que nos ofrece el mundo: la dinámica existencial de los seres vivos.
La
migración otoñal ya empieza a mostrarse y son cientos de miles las aves de
numerosas especies que, solas o en grupo, discretas o perceptibles, tempranas o
tardías, en largo o en corto, pasarán sobre nosotros impulsadas por un
irrefrenable impulso genético y vital. Solo hace falta tener atentos mente y
sentidos, lo demás lo ofrecen ellas, sin contraprestaciones.
En
Salburua (Vitoria-Gasteiz) las Cigüeñas blancas se concentran, llegadas de
variados orígenes, para acumular fuerzas y continuar viaje dirección a tierras
africanas. Igualmente, hacia allí se dirige una joven Cigüeña negra a su paso
por Jaizubia (Txingudi), pero viajando en solitario.
Negros
también, los Vencejos, hace días que dejaron vacíos nuestros cielos de sus
veloces siluetas y sus agudos chirridos.
Abandona
el posadero de la laguna de San Joakin la Garza imperial, el impulso de seguir es mayor que
el de reposar.
Abejeros
europeos, de incontables variantes de plumaje, ganan altura para continuar
dirección Sur. Sur, siempre al Sur.
Con
un poco de atención, siempre que distancias y luces lo permitan, las rapaces
nos desvelarán su identidad, como esta inconfundible Aguililla calzada.
Blanquinegra,
pero muy distinta, es este Águila pescadora, que repone energías en el estuario
del Bidasoa. Van llegando dispersas y, en ocasiones, coinciden más de una en el
enclave.
Por
el mismo espacio, deambulan de un lado a otro los Zarapitos, reales y
trinadores, junto a otras limícolas a la espera que la bajamar descubra los
lodos pletóricos de alimento.
Si
ayer chirriaban los Vencejos, hoy chirrían los Charranes patinegros. Aún ceban
a sus crecidos pollos y se toman merecido descanso en los querenciosos
posaderos.
Los
más menudos de entre los pájaros se hacen presentes casi por cualquier rincón,
que es como se presentan los Papamoscas cerrojillos en estas fechas.
Más
discreto es el mimético Torcecuello que, habiendo dejado atrás el tiempo de sus
reclamos, resulta más difícil de localizar.
Ya
los Estorninos pintos van agrupándose en sus abigarrados bandos. “Un río vivo
de sombra, es un cometa de pequeños corazones innumerables” (Pablo Neruda).
Sin
más ambición que mostrar unas pequeñas pinceladas del inmenso mural de la
migración (y por el mar es otro universo), desearos y desearnos, un paso otoñal
pleno de observaciones, citas y sensaciones.
Una preciosa entrada.
ResponderEliminarSAludos camperos!